Vida útil durante toda la vida
Para vivir una vida larga y saludable, es importante centrarse en el envejecimiento saludable. Los investigadores señalan que, si bien la esperanza de vida ha aumentado en unos 30 años desde mediados de 1900, el número de años que las personas pasan con buena salud no se ha mantenido, en gran medida debido al aumento de las enfermedades crónicas entre los adultos mayores. El desafío clave ahora es extender el período de salud de las personas, el número de años vividos con buena salud, en lugar de solo el período de vida, el número total de años vividos. Sin embargo, hay lugares en todo el mundo donde las personas viven regularmente hasta 100 años o más, manteniendo vidas excepcionalmente saludables. Parece que han descifrado el secreto para combinar una larga vida útil con una saludable vida útil. Exploremos lo que están haciendo de manera diferente.
Aprendizajes de todo el mundo
La investigación ha demostrado que los centenarios de todo el mundo comparten rasgos comunes en su estilo de vida, dieta, interacciones sociales y manejo del estrés, independientemente de dónde vivan. Las lecciones de Blue Zones son uno de los ejemplos más destacados para reunir todos estos datos. Estudiaron cinco regiones donde las personas viven significativamente más tiempo: Ikaria, Grecia; Loma Linda, California; Nicoya, Costa Rica; Okinawa, Japón; y Cerdeña, Italia. Identificaron factores clave del estilo de vida que contribuyen a la notable longevidad en estas áreas. Estos son algunos de los conceptos clave que se pueden extraer de estos estudios como facilitadores fundamentales de la longevidad:
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Estilo de vida y dieta saludables: las personas en las Zonas Azules se involucran en un movimiento natural regular a lo largo del día y consumen una dieta predominantemente a base de plantas, rica en verduras, legumbres y cereales integrales, mientras practican la moderación en el consumo de alcohol y la ingesta calórica.
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Conexiones sociales fuertes y propósito: mantienen lazos familiares cercanos, redes sociales fuertes, y un sentido de propósito ("ikigai"), que contribuyen al bienestar emocional y reducen el estrés.
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Manejo del estrés y prácticas espirituales: las actividades regulares para reducir el estrés, como la oración, la meditación y las siestas, junto con la participación en comunidades espirituales o religiosas, ayudan a mantener la salud mental y física.